domingo, 28 de marzo de 2010

"Mirad cuál amor nos ha dado el Padre..."


Tengo tres sobrinos que son la luz de mis ojos. Todos los días llegan a pedirme la bendición y a preguntar que cosas nuevas Tití hará para ellos: llevarlos al parque, al Morro, o simplemente montarlos en mi carro y darle "una vueltita" hasta que se queden dormidos... Cuando tienen trabajos especiales de la escuela, siempre le piden a tití que se las ingenie para crearles el mejor proyecto y, así, ser la envidia de los demás.

Sin embargo, como todo niño, mis sobrinos suelen hacer travesuras que a veces conllevan que tití los regañe y hasta les castigue, sin dar esa vueltita acostumbrada. Luego de una hora, mis sobrinos se acercan con ojos llorosos y me piden perdón, borrando así cualquier recuerdo de travesura realizada.

No sé como seré como madre... aún no he tenido la oportunidad de traer un hermoso regalo al Mundo llamado hijo. Pero, eso no ha impedido que sea parte de la educación cristiana y secular de mis sobrinos. Debo, tengo y quiero ser un modelo a seguir para que ellos se conviertan en hombres y mujeres de bien en el mañana. Yo tuve ese modelo en mis padres, que han sido de mucha bendición en mi vida desde el momento en que nací, hasta el presente. Gracias a la educación que nos han dado, nos hicieron hombres y mujeres de bien. Lo primero que nos recalcaron es que Dios, sin ninguna objeción, nos ha brindado su eterno amor.

Nosotros somos niños... hijos del Padre Celestial que nos ha amado desde la creación del mundo hasta el presente. Muchas veces vivimos nuestras vidas como niños malcriados, queriendo hacer las cosas a nuestra manera y no de acuerdo a su voluntad. Sin embargo, a pesar de nuestra rebeldía y de los pecados que cometamos, Dios nos ama tanto que no nos quita el derecho de ser llamados sus hijos. Al contrario, cada día vela por nuestras vidas y espera por nosotros, como el padre que esperó a que el hijo pródigo regresara a su hogar. La Biblia dice en 1ra de Juan 3:1 que contemplemos el amor que Dios, nuestro Padre, nos ha dado, que nos ha llamado sus hijos... ¡Sus hijos! No somos extraños para Él... Sino que somos nada más y nada menos que ¡Sus hijos!

Ese ha sido el regalo más hermoso que Dios nos ha dado. Fuimos creados por Él a su imagen y semejanza. Volteamos nuestra mirada de su amor y nos alejamos de Él creyéndonos que somos seres invencibles, auto creados y que no necesitamos de su amor y su misericordia para vivir. Sin embargo, cuando tenemos situaciones difíciles, cuando creemos que no podemos más con las cargas que nos da la vida y simplemente perdemos las fuerzas y las esperanzas de vivir, Dios está allí, con sus brazos extendidos, completamente abiertos, para que regresemos a Él y descansemos en sus promesas. Dios hizo el sacrificio más grande: entregó a su hijo unigénito, Jesucristo, para que nosotros fuésemos llamados sus hijos (Juan 3:16). ¡Eso sí es amor!

Dios te ama... te ama tal como eres... Él quiere brindarte la vida eterna y perdonar tus pecados y transgresiones. Dios te espera con brazos abiertos para darte amor y vida eterna. Sólo debes darle la oportunidad de aceptarle como tu Salvador, tu pronto auxilio en momento de pruebas y de dificultades y tu Padre Celestial. Sólo quiere que lo ames, de la manera en que Dios te ama a tí... ¡Anda! ¡Dale esa oportunidad y te aseguro que no te arrepentirás jamás!

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